dijous, 26 d’agost del 2010

Flashback I - "Cançò terrible de gener"

[Agost és temps de rememorar. Temps en què les voltes que donen la vida i el pensament fan tan prompte empènyer les idees més il·lusionades com paralitzar-se en la més absoluta de les pors. Records... Records n'hi ha de bons, i n'hi ha també de terribles. Un flashback per capítols d'aquells sentiments teclejats a l'ordinador temps enrere ajuda a recordar de quines il·lusions viu una... i de quines pors s'amaga.]


Ulls empetitits, unflats de llàgrima salada, fins convertir-se en un parell de punts morats. En algun racó de mi, rastres de carícies d'aquells darrers dies. Ara tan sols resta una petjada d'angoixa latent a les entranyes.

Als llavis, rosegats per tretze dies de fred, amb prou feines resisteix el sabor que et devorava de la boca. Sota les costres de la ferida al cor es compten i barregen la ràbia, la incomprensió, l'esperança vana, els somnis en blanc i negre i l'evidència d'haver-me convertit en esclava i serva de la teua decrèpita tita.

Desembolicant amb els dits la punta dels meus nervis, mussite sense ànims una cançò de bressol amb paraules que repetisc per si em poden donar la força per sortir d'ací. Però cabró, has entumit a consciència el poc valor que em quedava.

Quantes vegades m'has dit que m'estimaves. Quantes vegades t'he escoltat dir que tan sols buscaves el millor pels dos. Quantes, quantes vegades has obviat el meu dolor per tenir-me agenollada demanant-te clemència amb la dignitat envoltada en llàgrimes.

Al llit només queden la suor i dos coixins sobre els quals descansen somnis rosa xiclet esvaïts. Entre els llençols, les restes d'un plaer ja pretèrit i extint. A l'oïda, la rememoració dels teus ronquits tranquils de vividor.

No puc sortir d'ací. No puc, no puc. I no puc esperar sense més, tampoc, o perquè sí. Però estimat meu, m'has llevat les ganes de viure d'una altra manera. No sé fer-ho si no és a la teua. Ja no sé.

dijous, 12 d’agost del 2010

Sara

Porque no me gusta que quien me lea sepa, pero sí que comprenda, sabías que lo haría. Y aquí me tienes, escribiendo este texto en tu lengua porque es para mis pocos lectores pero es, sobretodo, para ti. Para que grabes estas palabras con tu retina y te las quedes para siempre, aunque no me puedas contestar nada aquí.

Hice aquel viaje para encontrar respuestas a mis preguntas y para formular otras nuevas e ir descubriendo cómo me las respondía. Yendo a la aventura emocional, encontré mil preguntas cuando te conocí, y creo que ahora empiezo a responderlas. Ahora, sentada en mi escritorio, puedo asegurar que en absoluto necesito querer a alguien desde siempre para que me salgan solas palabras como estas, ni que ese alguien sea mi mejor amiga. Estas palabras sólo salen cuando una se cruza con alguien que sabe no podrá olvidar nunca. Por lo impactante de conocerla. Porque las personas también se miden por cuánto aprendes de ellas y por cuánto las puedes llegar a admirar.

¿Qué tenía esa sonrisa para alegrar el día a todos cuantos te rodeaban? No, no era sólo tu belleza, ni la belleza -enorme- de toda aquella cara. Sería esa mezcla de ánimo y vigor con la dulce inocencia de quien no por ella se echa atrás en la vida. ¿Qué tienes para ser la única persona en el mundo a quien no le pegaría una colleja al escucharle llamarme cari? Sería que ya me había acostumbrado a tu forma tan rara de hablar, a la guagua y las cholitas, al aire con olor a salitre isleño que se respira a tu lado.

Me despertaste el corazón, pequeña, y no soy yo de encariñarme con las niñas. Pero no eres cualquier chica de 18 años. Tienes la valentía y el empuje de una mujer independiente y una experiencia vital en circunstancias que sólo siendo fuerte se pueden superar. Supiste desatarte de aquello que te oprimía desde hacía tiempo porque quizás aún no sepas lo que quieres, pero sabes por cierto y seguro lo que no quieres. No quieres otro imbécil lleno de músculos y vacío de neuronas. No quieres obstinados que se creen que tu sonrisa te hace automáticamente fácil. No quieres que nada te turbe ni que nadie maneje tu vida. No quieres quedarte con el conocimiento que ya tienes, con los trozos de vida que ya conoces. Por eso me preguntabas tantas cosas, y yo me emocionaba cuando lo hacías. Tienes ese qué que te distingue de cualquier otra chica de tu edad con tal apariencia neta y pulida, incluso  algo pija, que habita este mundo de mierda. El tabaco, de liar siempre que nos era posible, era un buen aliado en aquellas grandes conversaciones sobre el comunismo. También hablamos mucho sobre independentismo, y no porque yo condujera nuestras conversaciones por ese camino sino porque tú quisiste que yo te contara todo lo que sabía o sentía, y cómo lo sentía. Nunca me había encontrado una persona tan aparentemente diferente a mí que me preguntara antes de prejuzgarme, que no me dejara en paz hasta no lograr comprenderme un poquito. No sabes cuánto lo agradezco.

Sabes que todos los hombres, y de todas las edades, matarían por tocar tu cuerpo. Y sin embargo, y a pesar de las mil veces al día que te miras al espejo y cuidas que no se te mueva ni un centímetro el peinado, eres consciente de que el cuerpo caduca, de que el tiempo lo deteriora. Quizás seas mucho más consciente de lo que muchas superwomans predican ser bajo una falsa modestia y unos ideales tan efímeros como su tinte de pelo. Sabes, y cuando digo sabes es que lo sabes de verdad -y no como todo el mundo asegura saber esto y lo otro-, que son la cabeza y el corazón los que te hacen tan valiosa. Confieso que resultaba irónico, a la par que adorable, ver a una chica tan mona y presumida comiendo espaguetis con las manos y despeinada, o bebiendo cerveza y eructando con cara risueña y tranquila. O simplemente rabiando por verme llorar desconsolada por ser tan infinitamente débil en mi vida.

Muchacha, tienes suerte de que la última guagua que te vi coger llegó muy deprisa porque así se evitaba el drama en la despedida. Tu último abrazo duró medio segundo y yo todavía lo recuerdo y lo siento cuando me invaden esas pequeñas tristezas diarias que sabes que me hacen llorar. Es una de las cosas que me recomponen un poco, por cuanto no tengo nada tangible que me recuerde a ti cada día como antes. 

En el instante en que desapareciste agitando la mano en el bus sentí que necesitaba otra Bulmers. Antes de probarla, me encontré de pronto encerrada en el baño de aquel bar de la esquina con los ojos ardiendo de tanta lágrima mientras los otros dos compañeros me esperaban cerveza en mano. Le admití a uno de ellos, más tarde, que no había entrado al baño a orinar, precisamente, a lo que él respondió por los dos "We knew it". Me había quedado mal, sí. Y eso se notaba.

Ahora, fuera de aquella escena, toda aquella experiencia se ve como una película ajena a la vida "real" de cada una. Pero el recuerdo de tu risa, tus quejidos y todo tu ser sigue vivo repitiéndome que no eres una cara más de las que me cruce durante mi vida. Eres Sara, con tus cuatro letras y toda tu persona, que se ha ganado un trozo en mi corazón. 

Cuando tenía 15 años, mi entonces profesora de Ética me apartó al final de una clase para regalarme un libro. Tenía una dedicatoria preciosa que nunca imaginé citando para alguien, y mira qué ajustada y perfecta te viene, Sara, que es a ti a quien se la citaré: "Nadie que se cruce contigo se olvidará de ti. Sencillamente porque eres".